Me han pedido cosas muy raras en la organización de una boda, desde montarle una sorpresa chulísima a la abuela de la novia como si fuera ella quien se casa hasta montar una despedida que durara casi tres días recorriendo la costa de la provincia de Alicante, pero jamás me habían pedido que organizara una boda donde fuera casi más importante la perrita de la pareja que ellos mismos. Hasta ahora.
Es de chiste. La perrita, “Arita” parece la protagonista en las fotos del reportaje de preboda de los novios, lo que ya me parece bastante fuerte porque una cosa es que quieren que salga en alguna foto y otra es que todas las imágenes sean la perra con alguno de los dos, o con los dos, pero la protagonista: Arita. Sin embargo, lo verdaderamente impactante es lo que me han pedido que organice para el evento en sí. Ellos no están preocupados por el banquete, ni porque los invitados estén a gusto, ni por sus propias sorpresas, no, ellos quieren que la perra esté como una reina… un marajá perruno. Impresionante.
Para empezar quieren que lleve las mejores galas así que yo, ni corta ni perezosa, le he comprado tres trajecitos en mydogbcn.com, uno no… tres, porque se va a cambiar tres veces la perrita. Un traje para esperar en la puerta del ayuntamiento junto a unos primos de la novia y a la salida hacerse fotos con sus dueños. Otro para la cena, y uno más para el baile.
El trajecito de ceremonia es un vestidito rosa monísimo con una falda de volantes (parece que vaya a echar a bailar cual dulce sirena de un momento a otro). Para la cena va a llevar puesta una faldita azul marino con un lazo rosa y una camisetita blanca (parece una niña pero no lo es). Y en el baile irá engalanada con un vestidito blanco y plata. Impresionante.
El banquete es al aire libre, y lo que me han pedido es que cree un parque canino en un lateral de la finca donde vamos a montar el evento y que les ponga cuidadora porque van a invitar a los perritos de sus familiares y todo. ¿Sabéis el lío que puede ser eso? Va a ser como crear una guardería canina y como a alguno le dé por pelearse o por escaparse del parque se va a montar la de Dios en medio de la boda.
Pero no os creáis que mis clientes son lo únicos que hacen estas cosas. La gente monta hasta fiestas de carnaval para animales. La semana pasada leí en La Razón un artículo sobre todo esto, “Carnaval de mascotas” se llama y yo lo único que puedo es alucinar un poquito más.
Siempre me han gustado los animales, de hecho, siempre he tenido perro, incluso ahora que estoy independizada con mi pareja tengo un precioso perro de caza más guapo que un sol, y lo adoro, pero no es una persona, no es un niño y no es un bebé. Es mi perro, mi amigo peludo, el rey de mi casa y todo lo que tú quieres pero jamás le montaría una fiesta y ¿sabéis por qué? Porque es un perro. Puede que suene duro pero es que es así. No lo visto, ni celebro sus cumpleaños, ni le compro regalos por navidad porque es un perro… A veces parece que la rara sea yo pero es que creo que hay mucha gente que ha perdido la cabeza en este sentido.
Mi perro ocupa una gran parte de mi vida. Salgo con él a pasear dos veces, una de ellas al menos caminamos durante tres cuartos de hora y mi novio lo saca a pasear una vez más por las mañanas que yo estoy trabajando. Los sábados son para mí y los domingos me levanto temprano, cojo a Neo (el perro) y nos vamos a correr al parque de perros, o a la playa canina, o al campo, y se lo pasa bomba y hace ejercicio. Así todas las semanas si no pasa nada que me lo impida.
Lo que quiero decir es que hago mil cosas con Neo y que jamás dejaría que nadie le hiciera daño pero, aun así, sigue siendo un perro y parece que hay personas que han perdido el norte y no se dan cuenta de ese pequeño detalle.