Me tocó la lotería meses antes de mi boda

lotería

Siempre pensé que esas historias de “me tocó la lotería justo cuando más lo necesitaba” eran inventadas o que les pasaban a otras personas. Hasta que un día me pasó a mí. Y no fue en cualquier momento: fue apenas unos meses antes de mi boda, en pleno caos de preparativos, presupuestos apretados y mil sueños que parecía que no iba a poder cumplir del todo.

Quiero contarte cómo fue todo, desde el primer momento en que decidí, casi sin pensarlo, echar la lotería, hasta cómo esa pequeña decisión terminó cambiando por completo uno de los días más importantes de mi vida.

Y de paso, quiero animarte: si alguna vez dudas de si echar o no… hazlo. Nunca sabes cuándo la suerte puede sorprenderte.

 

El día que decidí echar la lotería estuvo plagado de señales

Te juro que yo no era de esas personas que juegan a la lotería cada semana. De hecho, creo que antes de esto sólo había comprado un par de décimos en mi vida, y siempre por compromiso, ya sabes, cuando algún amigo o algún familiar insiste.

Ese día había salido a hacer unos recados. Iba corriendo, como siempre, porque entre el trabajo, las citas de la boda y la vida normal, no me daba el tiempo para nada. Pasé por una administración de lotería que nunca había visto, aunque llevaba años caminando por esa calle. No sé si la habían abierto hacía poco o si simplemente nunca me había fijado, pero algo me hizo frenar.

Justo entonces sonó mi móvil. Era un mensaje de mi madre: “No te olvides de confiar en la vida. A veces los milagros llegan sin avisar”. Mi madre es muy espiritual y suele mandarme esas cosas, pero ese día, fue como si el mensaje tuviera un significado especial.

Sin pensarlo mucho, entré en la administración y compré un boleto. Solo uno. Elegí un número al azar, sin buscar nada especial. El señor que me atendió me sonrió y me dijo: “Este número da buena espina”. Me reí, le pagué y me fui sin darle más vueltas.

¿Casualidad? ¿Destino? No sé. Pero todavía hoy me acuerdo de ese momento con un nudo en la garganta.

 

La espera… y el día en que todo cambió

Pasaron varias semanas y, como era de esperarse, me olvidé por completo del boleto. Estaba demasiado ocupada con la boda. Que si el vestido, que si las flores, que si el catering… ya sabes, todo eso que parece emocionante, pero que también puede ser muy estresante cuando tienes un presupuesto apretado.

Un sábado por la tarde, mientras hacía limpieza en casa, encontré el boleto en el fondo de un cajón. Me acordé que había sido el sorteo hacía unos días, así que, por curiosidad, busqué los resultados.

No te voy a mentir: cuando vi los números, pensé que me había equivocado. Los revisé tres veces. Luego busqué otra página para confirmar. Y ahí estaba. Era uno de los premios gordos.

Me quedé en shock. Literalmente me senté en el suelo del salón, con el boleto en la mano, sin poder creerlo.

Llamé a mi madre llorando, después a mi mejor amiga, luego a mi prometido… Fue uno de esos momentos en los que sabes que tu vida acaba de dar un giro, pero todavía no entiendes bien cómo.

 

Lo que decidí hacer con el dinero

La verdad es que no era una cantidad como para dejar de trabajar ni nada así. Pero sí era suficiente para tapar deudas, respirar tranquila… y sí, montar la boda de mis sueños.

Lo hablé con mi pareja. Tuvimos claro desde el principio que no íbamos a derrocharlo en cosas inútiles, pero también que queríamos aprovechar la oportunidad de hacer algo realmente bonito para nosotros y nuestras familias.

Hasta ese momento, habíamos tenido que recortar muchas cosas: un sitio más pequeño, flores sencillas, un menú más económico. Estábamos felices igual, pero no era lo que habíamos imaginado al principio.

Así que decidimos destinar parte del premio a hacer la boda que realmente queríamos. No una boda de revista ni nada exagerado, pero sí una que nos hiciera vibrar de felicidad.

 

El mejor consejo que te puedo dar

Ahora que lo sé, se lo diría a la yo del pasado miles de veces. Echa la lotería a menudo, esos euros que te gastas no son nada en comparación con lo que ganarías si te tocara. Si no quieres ir entrando en administraciones, hay formas muy sencillas de hacerlo por internet. Por ejemplo, en la página Lotería María Victoria, puedes participar en montones de sorteos comprándolos por internet. Es muy cómodo y lo puedes hacer desde casa.

¡Venga, anímate! Yo tampoco me lo creía y aquí estoy.

 

Organizando la nueva boda

Primero, cambiamos el lugar. Siempre habíamos soñado con una boda en un jardín grande, rodeados de naturaleza, y encontramos un sitio perfecto en las afueras de nuestra ciudad. Era más caro, pero valía cada centavo. Era una finca preciosa, con árboles enormes, una zona para la ceremonia al aire libre y un salón acristalado para la cena, por si acaso el tiempo se daba la vuelta. Desde el primer momento que lo vimos, supimos que era ahí.

Luego, contratamos un catering que trabajaba con productos locales y de temporada, algo que nos importaba mucho. Queríamos que la comida fuera deliciosa, sí, pero también que tuviera sentido, que no fuese el típico menú congelado de boda. Hicieron un menú degustación increíble y pudimos personalizar los platos: pusimos estaciones de quesos artesanos, opciones veganas para algunos amigos y hasta una barra de cócteles naturales que fue un exitazo.

Y qué decir del vestido: pude elegir uno que me enamoró a primera vista, sin tener que mirar el precio antes de probármelo (aunque igual no me fui al vestido más caro, ojo, no se me subió a la cabeza). Era de encaje, sencillo, pero con una caída espectacular, cómodo para bailar y caminar. Además, me di el capricho de hacerme unas sandalias personalizadas, que luego usé toda la fiesta.

También incluimos pequeños detalles que antes habíamos descartado por presupuesto:

  • Un rincón de fotos con un fondo precioso de flores naturales, polaroids y accesorios divertidos.
  • Un grupo de música en vivo para el cóctel, que tocaba versiones acústicas de canciones que nos encantaban.
  • Regalos personalizados para los invitados: mandamos hacer botellitas de aceite de oliva virgen extra, con etiquetas diseñadas por nosotros.
  • Un autobús para facilitar que nadie tuviera que conducir después de la fiesta. Pusimos dos rutas: una para el centro de la ciudad y otra para los pueblos cercanos.

Además, como todavía nos sobraba un pequeño margen, pudimos añadir una mesa dulce con pastelería artesanal, contratar a una wedding planner para coordinar el gran día y hasta alquilar una iluminación especial para los jardines por la noche, que le dio un toque mágico a todo el ambiente.

Cada pequeño extra sumaba magia al día. Y no era cuestión de lujo, sino de poder elegir sin la presión de si íbamos a llegar a fin de mes. La diferencia se notaba en todo: en el ánimo, en los detalles, en disfrutar sin preocupaciones.

Y de paso, mientras organizaba todo, no paraba de pensar: “¿Te imaginas que nunca hubiera echado ese boleto?”. Así que, si estás dudando ahora mismo de si jugar o no… te animo a hacerlo. De verdad. Nunca sabes qué giro bonito te puede esperar a la vuelta de la esquina.

 

El gran día

La boda fue simplemente perfecta.

El día amaneció soleado, los nervios se mezclaban con una emoción increíble. Llegar al sitio y ver todo montado tal cual lo habíamos soñado fue algo que todavía me emociona recordar.

Mis amigas lloraban al verme con el vestido. Mi madre, que había vivido todos los preparativos conmigo, no paraba de decir que parecía sacado de un cuento (sin exagerar, ella siempre fue muy crítica y que dijera eso significaba mucho).

La ceremonia fue emotiva, sencilla y auténtica. Los votos, las risas, las lágrimas felices… Todo fluía de una manera que no sé si hubiera sido posible sin ese pequeño empujón de la vida.

La fiesta fue una locura divertida. La música en vivo hizo que hasta mis tíos más mayores se animaran a bailar. El catering fue un éxito total, todo el mundo comentaba lo rico que estaba todo. Y el rincón de fotos, bueno… las fotos que tengo son un tesoro que guardo como el oro.

Ese día sentí que todo había valido la pena: cada decisión, cada pequeño riesgo, cada “¿y si…?”.

 

¿Y después?

Después de la boda, todavía nos quedaba algo de dinero. No lo gastamos de golpe. Lo usamos para hacer una luna de miel especial (aunque tampoco nos volvimos locos) y para adelantar pagos de nuestro piso.

La sensación de tranquilidad que nos dio fue impagable. No solo fue tener una boda preciosa, sino poder empezar nuestra vida juntos sin la presión económica que, sinceramente, afecta muchísimo a cualquier pareja joven.

Y sigo pensando: todo empezó por un impulso, por una casualidad, por decir “¿y si…?” y entrar a comprar un boleto aquel día.

 

¿Y si la próxima eres tú?

Hoy, cada vez que paso por una administración, sonrío. Porque sé que, aunque la probabilidad sea baja, la posibilidad existe. Y a veces, solo hace falta un boleto para cambiar tu vida.

Así que ya sabes: la próxima vez que dudes, hazlo. Puede que tu historia también esté a punto de empezar.

Más leidos

Copas grabadas para los novios

Para seguir con el tema estrella de las bodas, ya que ahora mismo los organizadores de eventos estamos en pleno apogeo con este tema, hoy os voy a hablar de

Organización de una boda civil

La organización de una boda civil en ocasiones se torna complicada. No todos tienen el tiempo y las ideas necesarias para invertirlo en este tipo de celebraciones. Para

Qué regalar en Navidad

Ya se acercan las fechas navideñas y, como siempre, los mismos quebraderos de cabeza, desde cuándo es el mejor momento para poner el árbol, para empezar a decorar,

Comparte

Facebook
X
LinkedIn
Scroll al inicio