¿Sabéis qué es lo que más me gusta de mi trabajo? Tener la oportunidad de dejar libre mi imaginación y conseguir que sea mi creatividad la base de todo mi esfuerzo. A veces pienso que sería incapaz de vivir de un trabajo sistemático donde la creatividad no tuviera cabida, me moriría del asco. Por eso adoro a las parejas que me lo ponen difícil. Al principio, cuando me exponen lo que quieren, suelo poner los ojos en blanco y me cabrea que la gente sea tan exquisita, pero cuando consigo dejarlos contentos soy la mujer más orgullosa del mundo.
Este fin de semana pasado organicé una boda que me traía de cabeza desde hacía 10 meses. Querían casarse de flamenco, pero no con un traje de gala precioso e impoluto, tanto él como ella eran aficionados a la equitación y querían casarse con trajes camperos. ¿Conocéis este tipo de traje? Son trajes que llevaban los nobles cordobeses en el siglo XIX para montar, por eso destacan sus pantalones de camal estrecho y las chaquetillas rocieras. Personalmente no veía yo a una novia vestida de esa guisa pero si eso era lo que ellos querían yo debía seguir sus deseos al pie de la letra.
Encontrar el traje para él fue sencillo porque hay trajes verdaderamente elegantes para caballeros que siguen el estilo más tradicional de la cultura flamenca, pero encontrar la vestimenta adecuada para ella fue un tema aparte. Al final localicé estos trajes camperos de mujer en Sevilla, en una empresa con larga tradición de diseño de moda flamenca llamada Molina Flamenca, y como vi que tenían fábrica propia y departamento de diseño, les encargué el traje de monta de corte rociero tradicional más precioso que os podríais imaginar: pantalón entallado negro que le quedaba a la novia como un gante, con camisa blanca de seda, chaquetilla negra bordada a mano con motivos florales en tonos vivos donde el rojo era el protagonista y un precioso boto rociero. Iba exquisita.
Obviamente todo el evento, tanto la ceremonia como el banquete, llevaba decoración ecuestre y rociera al más puro estilo de la feria de Sevilla pero huyendo el típico traje de sevillanas que, a no ser que sea de una gran firma como El Duende de Sevilla, suelen ser bastante vulgares.
Reto conseguido
Además, la novia tenía unas exigencias muy especiales. Por ejemplo, me pidió que le buscara toda la colección de una marca de ropa interior de la que es fan totalmente para elegir el conjunto perfecto y la localicé en la sección de sujetadores Selmark de la web de Lencería Paqui. Pero la cosa no quedaba ahí, quería regalar a todas sus damas de honor (que eran 6) y a la madre de él y suya propia, bolsos artesanales de diseño. Al principio no sabía de dónde sacarlos porque no hay tantas empresas que hagan todo de modo artesanal, la mayoría de las fábricas españolas tienden a subcontratar servicios o cuentan con una producción en cadena de tipo industrial, pero al final di con lo que estaba buscando en Lugadashop. Esta tienda de bolsos hechos a mano cuenta con varias colecciones de diseño y, una de ellas, son bolsos de fiesta; precisamente lo que buscaba regalar la novia ese día para que sus damas lucieran orgullosas.
Todas estas “peticiones” o “exigencias”, típicas de jóvenes caprichosos, tienden a ponerme de mala leche al principio pero luego me doy cuenta que son precisamente estas cosas las que me hacen ser una de las mejores profesionales del sector, porque soy capaz de localizar todo lo que me pidan. Eso es algo que al final llama la atención y, por eso, las parejas más exigentes acaban siendo recomendadas por otras parejas para que sea yo quien les organice todo el evento y, por mucho que pueda molestarme, eso demuestra la profesionalidad de mi trabajo.